Aguantarse las lágrimas

25.02.2022

La evitación de las emociones es una situación especialmente frecuente en sesión, y aunque supone un alivio inmediato, sus efectos suelen ser bastante negativos.

En general, existen varias formas de evitar nuestra experiencia emocional.

Es posible que nos acerquemos a las emociones exclusivamente desde el ámbito intelectual, aislando así su verdadera intensidad. A veces, simplemente las volcamos sobre la gente de nuestro alrededor, en un intento de no responsabilizarnos de ellas. Igualmente, es habitual buscar distracciones que nos alejen del sufrimiento, y/o experiencias intensas y novedosas que sirvan para neutralizarlo.

Sin embargo, es evidente que no podemos escapar de nosotros/as mismos/as.

¿Y es sostenible que intentemos evitar estos sentimientos?

En realidad, las emociones siempre están al servicio del bienestar, ya que nos ayudan a entender y a adaptarnos mejor a las situaciones a las que nos enfrentamos.

La ansiedad es un intento de anticiparnos a las amenazas, y el estrés nos sirve para responder a ellas de forma adecuada.

La agresividad es una reacción normal que surge si nos sentimos invadidos/as, y facilita el establecimiento de límites, ya que al enfadarnos superamos las barreras de la inhibición y la vergüenza.

Finalmente, la nostalgia nos aporta la serenidad necesaria para asimilar las pérdidas, y el llanto nos ayuda a suavizar la intensidad de lo que estamos viviendo.

No obstante, a veces no sabemos gestionar su aparición de una forma saludable.

Si no las atendemos lo suficiente, o si no encontramos un espacio seguro en el que exteriorizarlas, estas emociones se alejan de su función inicial y empiezan a suponer una fuente adicional de sufrimiento. 

En este sentido, las lágrimas que no expresamos se acumulan en silencio y acaban inundando nuestro estado de ánimo.

Sintetizando, es esencial aprender a escuchar y validar lo que sentimos.

Igual que en un embalse, vamos acogiendo una elevada variedad de emociones en nuestro interior, y al elaborarlas y servirnos de ellas, evitamos alterar su flujo natural y que salgan abruptamente en forma de sintomatología.

Aguantarse las lágrimas